lunes, 9 de enero de 2012

El éxodo de los sabios de oriente. Mons. Juan del Río Martín


“Los caminos de Dios no son los de los hombres” (Is 55,8), esto se ha revelado de una manera inaudita en la encarnación del Verbo. El nacimiento del Mesías es causa de alegría para unos y de preocupación para Herodes y las autoridades judías del momento. Vino a “los suyos y estos no lo recibieron” (Jn 1, 11), serán unos gentiles (los Magos) quienes los buscan, lo encuentran, lo adoran y le ofrecen sus dones.

En la tradición popular hispánica, estos personajes representan el gozo, la ilusión y la generosidad con nuestros niños. Sus gritos de regocijo y sus sonrisas viendo “las cabalgatas de reyes” por las calles de ciudades y pueblos de España, son signos de aquella “inmensa alegría” que inundó los corazones de estos astrólogos paganos que, según la narración del evangelista Mateo (cf. Mt 2,1-12), llegaron hasta Belén y encontraron “al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron los regalos: oro, incienso y mirra” (Mt 2, 11).

Desde la Ilustración se viene preconizando la desaparición de la religión y más en concreto la disolución del catolicismo, ante los avance de la secularización, los adelantos de la ciencia y el poder de la técnica. El tiempo y los hechos están demostrando que estamos ante una pura fantasía. La religión vuelve a veces de forma inesperada, el catolicismo no va en detrimento, sino todo lo contrario, se ha convertido en “la gran voz profética” ante el concurso de las naciones. Podemos decir con Th. Luckmann que: “la estructura social se ha secularizado, el individuo no”. La secularización total equivaldría simplemente a la deshumanización. Tanto en el pasado como en la actualidad, los hombres siguen siendo buscadores de Dios como lo fueron los Magos.

La historia de la Navidad fue una manifestación de Dios discreta, limitada a unos pocos, como fueron los pastores (cf. Lc 2,15-20) y los “sabios de Oriente”. A menudo sucede que son los conversos y los inesperados, los que abren caminos nuevos y fecundos a la Iglesia y a la sociedad (cf. Hch 9,26-30).

La celebración de la Epifanía de Dios a todos los pueblos es el paso del particularismo judío al universalismo cristiano. Con ellos, el discurso de Dios se hace accesible a cualquier ser humano, se han roto las barreras de la raza, nación, condición social o política. El Dios Humanado pertenece a todos, ha superado cualquier división, ha traído una misión universal de salvación para todos los hombres de buena voluntad.

¿Cómo vivir la existencia en actitud de “éxodo” como lo hicieron los Magos? ¿Cómo hallar entre tantos regalos al Regalo por excelencia que es Jesús? ¿Qué camino tomar? ¿El qué sugieren las pasiones o el qué indica la estrella que brilla en la conciencia?

Dios se revela a aquellos que lo buscan. Él se hace el encontradizo ante el más mínimo deseo del hombre. Si dices no encontrar a Dios por ninguna parte, ¿no será que has perdido la capacidad de asombro y estás cómodamente instalado en ti mismo y prefieres adorar a “otros dioses” aparentemente menos exigentes que el nacido en Belén? La fe en Dios supone una opción clara hacia una Meta. Es un “éxodo” de nuestro pequeño mundo para hallar el horizonte de lo Infinito. Es humildad de corazón para poder adorar a Aquel que nos sobrepasa.

Es necesario que alcemos la mirada de lo puramente terrenal y caduco, y busquemos los bienes del cielo que son imperecederos, que poseen luces suficientes para iluminar el sendero verdadero, y dar respuesta satisfactoria a los anhelos del corazón humano. Porque como diría san Agustín: “nos hiciste Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti” (Confesiones, I, 1, 1). ¡Este fue el recorrido espiritual de los Magos!


† Juan del Río Martín,
Arzobispo Castrense de España.

(Fuente: Arzobispado Castrense)




El éxodo de los sabios de oriente
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