Desde la Confraternidad GETSEMANÍ, que engloba a las HH y CC de la Oración en el Huerto de España, hemos recibido la petición de dirigir nuestras oraciones por la Paz en la Tierra de Jesús.
Reproducimos la misiva enviada por N.Hno. Juan José Dominguez:
Amigas
y amigos que hemos compartido peregrinación a Tierra Santa:
Desde
Jerusalén, un buen amigo, fray Artemio, pide a todos los peregrinos nuestras
oraciones por la paz en la tierra de Cristo lo que os participo en la
convicción de que así se hará.
Os
reproduzco el retrato que fray Artemio hace de la situación:
De nuevo nos encontramos en otra situación de no paz. No sé si habrá que
catalogarla como guerra, pero todo parece que sí. Así que, en mis casi 44 años
de presencia en Tierra Santa ésta sería ya la octava, a las que hay que añadir
las dos intifadas. ¡Absurdo! Lo que más me preocupa es la situación en la
región. El otro día volaron una iglesia nuestra en Siria y todos conocemos las
noticias de Iraq, en donde los musulmanes radicales están logrando que no quede
un cristiano. ¡Y nuestras sociedades y gobiernos no hacen nada por impedirlo!
¿Cómo estamos viviendo esta situación? Aunque se hable tanto de Gaza y de los
misiles, con todas la muertes, en Jerusalén todo está tranquilo, pero hay una
consecuencia muy importante: No hay peregrinos. Ello
significa que muchos no
tienen trabajo; y, a veces, los franciscanos, en su soledad, nos volvemos a
sentir "guardianes de monumentos" por muy importantes que sean. Es
necesario también reanudar las peregrinaciones y que vuelvan a resonar por las
calles de Jerusalén las palabras del Salmista: "¡Qué alegría cuando
me dijeron…!". Hay que hacer algo concreto y poner en práctica las
palabras de Jesús a sus discípulos: "dadles vosotros de
comer" (Lc 9,13). En los 18 primeros días del mes había encontrado a
más de 1.000 peregrinos dándoles conferencias. Ahora, no hay nadie. Es el mejor
momento para peregrinar, pues no hay esas aglomeraciones casi imposibles.
¿Qué podemos hacer nosotros y vosotros? En primer lugar orar por la
paz: "¡Desead la paz a Jerusalén!".Tenemos que orar para que el
Señor haga caer todos los muros que separan los pueblos, especialmente los de
la intolerancia y del egoísmo, y para que la concordia y el amor puedan reinar
en Tierra Santa. Tenemos que ser – a imitación de San Francisco, "hombre
de paz y artífice de la reconciliación" – instrumentos de
paz. No con grandes discursos, sino con hechos concretos que ayuden en lo
posible a aliviar las necesidades de tantos hombres y mujeres. Tendiendo los
puentes de la reconciliación y del amor.
Todos debemos
anunciar sin temor "el Evangelio de la paz" (Ef 6,15), porque estamos
convencidos que Jesús ha venido a unir, no a separar: "Él es nuestra
paz, el que de dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la
enemistad…para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la
paz…" (Ef 2,14-15). Teniendo presentes a Cristo, nunca caeremos en la
tentación de que la paz es una realidad que nunca se podrá alcanzar. La paz es
posible; buscarla es un deber de todos. Aunque a veces, como a Abraham, nos
toque esperar "contra toda esperanza" (Rom 4,18). Esto es lo que
sucede hoy en Tierra Santa. Cristo, en el Sermón de la
Montaña, ha proclamado bienaventurados a "los que trabajan por la
paz" (Mt 5,9). ¿Cómo? Repitiendo
con San Francisco: "Que donde hay odio, ponga yo amor; que donde hay
ofensa, ponga yo perdón...; que donde hay tinieblas, ponga yo luz; que donde
hay tristeza, ponga yo alegría".
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