miércoles, 21 de septiembre de 2011

PASAJE MT. 26, 36-47

Entonces fue Jesús con ellos a una granja llamada Getsemaní y dijo a los discípulos: “Sentaos aquí mientras voy a orar”. Y, tomando consigo a Pedro y a los hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a sentir angustia. Y les dijo: “Triste está mi alma hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo”. Él avanzando un paso más, cayó de bruces y oraba diciendo: “Padre mío, si es posible, que pase de mi este cáliz, mas no sea como yo quiero, sino como quieras Tú”. Volvió a los discípulos, los encontró dormidos y dijo a Pedro: “¿Con que no habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para que no caigáis en tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”. De nuevo, por segunda vez, se fue a orar, diciendo: “Padre mío, si no es posible que este cáliz pase sin que yo lo beba, hágase tu voluntad”. Y volviendo, los encontró dormidos porque tenían los ojos cerrados. Los dejó y volvió a orar de nuevo por tercera vez repitiendo las mismas palabras. Después fue a los discípulos y les dijo:” ¡dormid ya y descansad!. He aquí que llega la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. Levantaos, vamos. He aquí que el que me entrega llega ya”. Aún no había acabado de decir esto, cuando llegó Judas, uno de los doce, seguido de gran multitud de gentes armadas con espadas y con palos, que venían enviadas por los príncipes y sacerdotes y ancianos del pueblo.

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